Tito Paco, "el de los Hierros"

Mi tío Paco, primo de mi madre, murió relativamente joven hace ya bastantes años. Era alto, algo grueso, de piel sonrosada y ojos y cabello claros.

Fue una persona muy, muy buena. Quería mucho a mi abuela y a mi madre, a su hermana Nena y en general a toda la familia. Adoraba a sus hijos y a su mujer, mi tía Mari, a la que escribía poemas de amor.

Le encantaba comer dulces, algo que hacía a menudo aunque su padecimiento de diabetes se lo contraindicara. Le recuerdo con una bandeja de pasteles en la mano.

Tenía una fundición donde hacía trabajos de forja para decoración, de ahí su apodo el de los hierros, que nos permitía distinguirlo de nuestros otros dos "titos Paco". Aprovechó el "boom" de la construcción de los hoteles de la costa (Torremolinos, Fuengirola, Marbella, etc.) y así en los setenta era raro el hotel que no tenía un aplique, una lámpara, un espejo, una mesita, un biombo o cualquier otro mueble salido de su fábrica, ya fuese pintado en negro o revestido de pan de oro.

Ganó bastante dinero que reinvertía en el negocio, ocupándose de algún proyecto aún mas ambicioso que el anterior y también repartía al que lo necesitaba. Como dice mi madre "nunca tuvo nada suyo". Su trabajo le permitió vivir bien, sin estridencias ni grandes lujos. Se compró una casita en el campo, en Coín, para los fines de semana. La llamó "Rancho Inmaculada", en honor a su hija Inma. Allí pasamos muchos buenos domingos junto a mis primos Mariano, Paquito, Inma y Pepito.

Para entretenernos mi tío nos contrataba para montar los portalámparas para las bombillas de vela de las lámparas de hierro. Lo pasábamos genial y además ganábamos algún dinerillo.

Tengo muy buenos recuerdos de él y de mi tía, de su sonrisa, de sus bromas y del amor que tenía a toda su familia. Rebosaba de alegría.


Mi primo Pepe conserva el pequeño libro de escritos de mi tío titulado Recuerdos. La dedicatoria dice así:

A mi inolvidable sobrinita Mary, como una compensación insignificante del muy grande y sincero afecto que le tengo. (25 de marzo de 1955).

De los 237 escritos del libro he elegido el 190:

Esos ojos azules como el cielo

que dan vida y color a tu figura,

ese cuerpo tan digno de escultura

constituye ya el mayor de mis anhelos.

Sin embargo y a pesar que eres modelo

entre tantas y tantas hermosuras,

presiento que sabrá de la amargura

el que intente entregarte sus desvelos.

¿Por qué? No lo diré. Errar quisiera

en este pensamiento

que ha surgido en mi por vez primera:

No les ocultes jamas tus sentimientos

que puede ser que caigas prisionera

de esa misma red de ocultamientos.

(Francisco Rodríguez Marín).

March 20, 2021

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