El Espíritu de la Navidad

Me contó un amigo que en un programa de radio iban a tratar el tema "Cómo se vive la Navidad en diferentes partes del mundo". En relación a ello pensé en mi Navidad.

Como otras veces mi recuerdo se instaló en mi infancia, en calle Santa Lucía y pensando qué había de extraordinario para mí esos días recordé a mi abuela Isabel, la madre de mi padre. En Navidad era de las pocas veces que venía a nuestra casa y el resto del año éramos mi hermano Francis y yo los que íbamos a verla a calle Carretería, donde vivía con mi tía Carmen. Me gustaba verla en casa, para nosotros era una novedad que cenara con nosotros, pues los demás lo hacíamos juntos todos los días.

Mi abuela Isabel era, al menos para mí, una persona curiosa. Había nacido en un pueblo de Extremadura y aunque no recuerdo su voz, pronunciaba la letra LL de manera que se oían las dos L por separado. En su cara destacaban unas gafas redondas, de cristal muy grueso, a través de los que se veían sus ojos muy pequeños. Era una persona gruesa, aunque de joven fue muy delgada. La recuerdo siempre vestida de negro, me imagino que guardaba el luto por la muerte de mi abuelo Lorenzo.

Mi madre, que era la que organizaba la casa, no prestaba mucha atención a la decoración navideña, aunque en Nochebuena sacaba un mantel bordado y copas de cristal tallado que tenía del ajuar de su boda. Los niños insistíamos en que sacara las figuras de barro del nacimiento (que ahora solemos llamar belén) y las colocábamos con cuidado para que no se rompieran. Unos espumillones colocados sobre los cuadros de la casa y un modesto árbol hecho de algunas ramas que cogíamos en el campo conformaban nuestra Navidad, junto a un par de panderetas y alguna zambomba. Esos días había que ser feliz sí o sí.

Ya en mi adolescencia, cuando mi hermano Lorenzo hacía la especialidad en Madrid y las distancias eran mas largas, esperábamos impacientes su vuelta a casa por Navidad, sobre todo mi madre. Sigo recor­dando esos momentos e incluso me emociono al oir la canción de turrones "El Almendro".

Mas adelante —por ese deseo que tenemos los padres de que nuestros hijos tengan aquello que nosotros no hemos tenido, aún sin saber si ellos lo quieren o no— cuando mis hijos eran pequeños montá­bamos un belén reproducien­do la ciudad, las montañas, el lago con los patos, el huerto, etc. hasta completar un bonito escenario que cada año ampliábamos con alguna figura de escayola a la que dábamos color con témpera, y así pasábamos juntos la tarde de los viernes, intentando potenciar nuestro espíritu navideño.

Ahora, cuando ya no están conmigo, sigo siendo yo la que mantiene algunos retazos de aquél espíritu, que me recuerdan al menos que tenemos que estar contentos, que debemos estar agradecidos por todo lo que tenemos. Hace unos años que sólo monto un pequeño árbol de plástico que cada año, como nosotros, está más mustio y tiene menos ramas. Sin embargo, mi madre monta su nacimiento, el misterio (La Virgen, San José, el Niño, la mula y el buey), los Reyes Magos montados en camello, unos grandes espumillones sobre el mejor cuadro de la casa, e incluso luces sobre la chimenea.

En estas fechas continuaremos celebrando la Navidad y el solsticio de invierno, aunque sea por pensar que eso nos hace felices, aunque echemos de menos, mas que nunc­a, a los que ya no están con nosotros.

December 21, 2019

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