Hace tiempo que en mi casa “el vacío” se ha vuelto rutina y ya no lo siento.
Pero de cuando en cuando y quizás más después de haber tenido momentos de disfrute y de estar bien acompañada o haber tenido alguna celebración ( en la que nos reunimos gran parte de la familia), quizás después de esos momentos y como si se tratara de una visita inesperada, el vacío vuelve a rodearme, se apodera de mi, se instala en mi estómago, me aprieta y me hace respirar profundamente, como si quisiera expulsarlo de mi cuerpo, borrarlo de mi mente.
No pensar. Mirar hacia delante. No esperar nada. Seguir luchando, contando los días que pasan y faltan. Añorando la paz interior y el sosiego. Cerrando los ojos sobre mi almohada con la esperanza de que mañana ese vacío haya desaparecido por si solo. Con la esperanza de afrontar un día más con alegría, disimulando la humedad de mis ojos. Oyendo los pájaros de nuevo, al amanecer, acompañada por su canto. Buscando cualquier actividad que me distraiga, que me entretenga, que me haga sentiros cerca, imaginándome que estáis en vuestro cuarto. Como si se hubiera detenido el tiempo.
PD: San Blas, patrón de Colmenar.
Dice el refrán: Por San Blas las cigüeñas verás.