Cuando viajas a algún sitio donde su artesanía está muy arraigada en la gente y la ves por todos lados, es inevitable que te den ganas de comprar algo para tenerlo como recuerdo, aunque no lo necesites, incluso aunque no te guste demasiado. Recientemente he visitado Toledo para dibujar. Allí llaman la atención los damasquinados y grabados hechos a mano, manteniendo una tradición orfebre durante siglos.
Hacía unos veinte años que había visitado la ciudad, así que no recordaba casi nada de sus calles ni monumentos. Tan solo tenía la imagen en mi cabeza de una calle empinada, desde donde se bifurcaban otras tantas igualmente estrechas y en pendiente. En una de ellas veía a mi hijo Nono asombrado por las souvenirs que imitaban las armaduras de la Edad Media. Plantado delante de un escaparate, se volvió hacia mi y me dijo “quiero una espada”.
Ni por un momento pensé comprar aquél objeto. Qué horror, cómo convencerlo de que no era buena idea, que no era algo que deben tener los niños. Un antojo parecido al del tambor o la trompeta durante Semana Santa, mas que un juguete, es un estorbo. Pero algo llamativo para ellos. El mismo encargo que el hijo de Neus le había hecho a su madre.
Ni que decir tiene que ni yo en aquellos tiempos ni ella en estos compramos ninguna espada.
Como recuerdo de la ciudad, que esta vez no olvidaré, me traje además de unas pequeñas tijeras de bordado, un montón de dibujos que me harán recordar los momentos vividos para siempre. Porque para mi a la hora de dibujar lo importante no es ver sino mirar. Mirar con detalle cada elemento que tengo delante, recorrer cada línea de principio a fin, adentrarme en los muros de las edificaciones, imaginarme la vida de su gente en diferentes épocas de la historia, situarme en otro tiempo dejando pasar el presente de forma fugaz, y a su vez eliminar lo que me resulta superfluo o no me interesa en ese momento.
Partiendo de la estación de Atocha de Madrid, podemos apreciar distintos lugares de Toledo, como son la Catedral Primada (en tres vistas diferentes), el Ayuntamiento, las iglesia de San Marcos, el Alcázar, la Plaza del Zocodover, la Torre de Bisagras, el Puente de Alcántara, el Monasterio de San Juan de los Reyes, el Salvador, la Mezquita del Cristo de la Luz, San Ildefonso, Santo Tomé y la Estación del Ferrocarril.