Veo a la diosa Pomona todos los días. Con su cabeza erguida y su nariz partida va repartiendo fruta de su canasta día y noche, sin cansarse. Yo la conozco desde hace más de treinta años, cuando mi hermana se fue a vivir a la Plaza de San Francisco, uno de los pocos lugares que aún conserva el empedrado en su pavimento y donde la diosa se encuentra, aunque fue realizada para ser colocada en Puerta Nueva.
El empedrado fue repuesto en su totalidad en la última remodelación de la plaza en 2016 por una empresa de empedrados cordobeses. La plaza, de forma triangular, surgió a mediados del siglo XIX como consecuencia de las reformas urbanas provocadas por la desamortización de Mendizábal. La desaparición del convento de San Luis el Real, de la orden franciscana, permitió que su compás se convirtiera en plaza pública que albergó un colegio en el lugar donde se ubica actualmente la Capilla y Casa Hermandad de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Puente y Cedrón y María Santísima de La Paloma. Está adornada en sus vértices y dos de sus lados por cinco cipreses, de los cuales dos de ellos son originarios y el resto han sido repuestos en la última remodelación de la plaza en 2016. (Dicen las malas lenguas que algunos vecinos son los que se encargan de echar productos nocivos a los árboles para que se sequen y no quedarse "sin vistas").
Sin bajar la mirada, y acariciando suavemente las palomas que se posan sobre ella, Pomona contempla todos los acontecimientos que suceden en la plaza, frecuentemente transitada por numerosos malagueños y foráneos que tienen que atravesarla para dirigirse al antiguo Conservatorio de Maria Cristina cuando hay algún evento. O, como ayer, cuando vi un gran número de personas dándole la espalda para venerar a la otra gran Señora que tiene por vecina y que estrenará su nuevo trono este miércoles Santo.
Tras su largo día de trabajo, antaño la diosa se bañaba en una fuente circular que está separada de la plaza por una verja de forja, entre ellas hay un espacio de tierra con plantas, actualmente cuatro o cinco "aves del paraíso". En ocasiones, cuando se acerca la Semana Santa, ese trozo de tierra es limpiado y engalanado con otro tipo de plantas.
Pero desde hace varios años, sin saber por qué y a pesar de los varios registros de instalaciones que hay a su alrededor, la fuente no tiene agua. Pomona tiene sed y, de tarde en tarde, se puede apreciar la tristeza en su rostro. Para ella el agua es fundamental, pues es la diosa de la fruta y, por extensión, de los árboles frutales, los jardines y las huertas. La estatua –que preside la plaza desde 1864– es obra del escultor italiano Juan Bautista Bado y fue realizada en mármol de Carrara.
¡Malagueños, démosle agua a Pomona!