Ocho Primaveras

Este año creía que el ciruelo de mi jardín no iba a florecer. Las hormigas han desfilado por sus ramas durante el invierno y lo veía un poco enfermo. Pero hoy, veinte de marzo de dos mil diecisiete -al comienzo de la primavera- he visto que tiene bastantes flores.

Desde que empezó a dar fruto hemos comido sus buenísimas ciruelas “claudia”. Y le tengo un cariño especial, pues sus ciruelas fueron el primer alimento sólido que mi hermana comió tras nacer por segunda vez, en el hospital. De ella, y hasta que cumplió dos años, no pude parar de pensar en todo momento. A los cinco años empecé a hacer planes diferentes a estar con ella, pero seguía visitándola casi a diario. A partir de ese tiempo mis visitas han sido cada vez menos frecuentes y aprendí a hacer cosas sin tener remordimiento porque esas cosas supusieran no verla ese día, o varios días. Ya han pasado ocho años. Esta es su octava primavera.

Esa edad tenía yo cuando empecé a ir al Colegio de Las Teresianas y entré en tercero de primaria junto a mi hermana, que aunque es dos años mayor que yo solo estaba un curso por encima, porque le hicieron un examen de ingreso y la suspendieron por no saber cuantas patas tenía una gallina. Siempre nos reímos de eso. Lo seguimos recordando y ella dice que se alegra porque gracias a ello conoció a las amigas que tiene.

Siempre íbamos juntas al colegio. A mí se me hacían duros los lunes por la mañana y, especialmente, cuando mi hermana no venía, pues de pequeña padecía muchas amigdalitis que le provocaban fiebre y le impedían ir al colegio. De esos días tengo el recuerdo de ir de pié, en la parte trasera del autobús, con mi babero limpio doblado sobre mi brazo, la mirada fija al paisaje que quedaba atrás y que solo se enturbiaba por las lágrimas que de repente me caían por la cara porque ella no venía conmigo. Todavía me emociono al pensarlo.

Espero seguir muchas primaveras contigo y poder llevarte las ciruelas de mi jardín. Un beso hermanita.

Escrito el 20 de marzo de 2017

March 23, 2017

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