Me gusta dirigir la mirada hacia donde otros no lo hacen, por eso suelo mirar hacia "mis adentros" y os cuento, a veces, como me siento.
El sábado 16 de noviembre, convocados por el grupo Urban Sketchers Málaga estuvimos dibujando desde la terraza de la Casa Hermandad de la Cofradía del Santo Sepulcro. Hacía un día fresquito, pero con un sol imponente. Me dieron ganas de quedarme todo el día allí arriba, pero por la hora en que teníamos que abandonar el edificio tuvimos menos tiempo que otras veces para dibujar.
Estuvimos unos treinta. La mayoría se pusieron a dibujar mirando hacia el este, donde se aprecia la Alcazaba, rematada a sus pies por el Teatro Romano a la izquierda y el Museo de Málaga a la derecha. Unos pocos miraron hacia el norte que deja ver la calle Alcazabilla, ocupada por las sillas y mesas de los bares, varias carpas de algún evento y un escenario donde un grupo de teatro hacía participar a los viandantes. Muy pocos miramos hacia el oeste, entre ellos Alfonso y yo.
Yo quería "leer" todo el paisaje y traérmelo conmigo. Empecé a mirar hacia el oeste y fui rotando mi mirada. No quería dejarme nada atrás. En ese lado yo no sólo veía San Agustín y el Museo Picasso como edificios a dibujar, sino también el colegio donde estudiaron mis cuatro hermanos y donde mi hermana y yo hicimos la Primera Comunión. Veía el colegio público de calle Pedro de Toledo, ya demolido, donde mi abuela fue directora durante años y donde yo aprendí a leer y escribir. Me encantaba regar las aspidistras de sus balcones y fue allí donde empezó mi pasión por los lápices.
A la derecha de mi dibujo aparecen un gran cúmulo de palmeras abandonadas de poda, en la parte de atrás del museo, un tanto inacabadas por la premura del tiempo para dibujar. Bajo ellas también veía el lugar donde debería estar la fuente en la que mi hermana se cayó cuando tenía tres años. Esas palmeras ocultan la estatua del poeta Salomon Ben Gabirol y mirando a través de sus copas se adivinan los tejados del Pimpi. En la calle Zegrí se puede ver el edificio donde vive Antonio Banderas y al menos dos de mis pacientes.
Mi encuadre acabó ahí, ese día, justo en la intersección de Zegrí con Alcazabilla, calle en la que yo nací.
Todo eso veo yo en mi dibujo, mas allá de la buena calidad o no del trazo o de si el color ha sido más o menos acertado. Ya habrá mas momentos para mirar desde las alturas, no solo al oeste sino al este, el norte y también al sur.