Después de varios meses anoche te vi en la penumbra desde el coche. Estabas a dos metros de mí, no pude abrazarte, ni tan siquiera rozarte.
De repente, la emoción explotó dentro de mi como una pompa de jabón que dura un instante. Estaba a dos metros de ti.
Esos dos metros se convirtieron en un espacio infinito. Un espacio con fuerzas de repulsión de una ecuación matemática que yo ya no entiendo. Te fuiste, me fui, nos fuimos. Noté mi cara húmeda bajo la mascarilla y mis ojos se enturbiaron sin saber por qué.
¿Qué le estamos haciendo al mundo? Habíamos acortado tanto las distancias que llegó el momento de volver a empezar, desde cero, desde un punto de partida incomprensible.
Dos metros, seis pies, ochenta pulgadas, casi dos yardas, la envergadura de una persona alta, nada y todo.
Toda una vida desaparece, pero estamos bien. Hay que conformarse.
No recuerdo tu último abrazo, tu último beso. No recuerdo tu olor.
Escrito el 9 de mayo de 2020.