Mi Padre ha vuelto

He quedado con mi padre en Calle Larios aprovechando que ahora muy poca gente transita por ella. Viene desde muy lejos, pues murió hace treinta años.

A sus casi noventa y ocho años tiene la espalda un poco encorvada. Anda despacito, arrastrando sus pies, uno detrás del otro. Va vestido con traje de chaqueta gris y se apoya en el bastón de madera de castaño que conservaba de mi abuelo. Las manchas de vitíligo de su cara apenas se distinguen debido a la palidez de sus facciones. Se detiene de vez en cuando y coge aire. No le teme a nada ni a nadie.

Mientras le espero me refresco en la fuente de Génova y correteo por la plaza descalza. Nada me detiene, estoy libre de ataduras y ansiosa por hablar con él. Mis pies se mueven más rápido que de costumbre, salvan todos los desniveles del suelo, las piedras no me hacen daño.

El contacto de mis pies con el frio mármol me hace sentir bien. Me recuerda que venimos de la tierra y allí reposaremos para siempre algún día. Esas sensaciones me fortalecen como persona, me ayudan a sentirme joven.

Me recuerdo niña, saltando, imparable, también sobre la cálida arena de la primavera.

Escrito en marzo de 2020.

July 25, 2020

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