Los Reyes Magos No Existen

En mi primera infancia estuve, al igual que mi hermana, en un colegio público en la calle Pedro de Toledo –en el mismo lugar que hoy alberga parte de las dependencias del Museo Picasso, en su parte trasera. En una de las estrechas calles de la antigua Judería que, como otras zonas de Málaga, hemos destruido. (Entre calle San Agustín y calle Alcazabilla.)

Mi abuela María Luisa, madre de mi madre, era directora de ese colegio. Ella era una señora muy buena, extremadamente recta, bastante seria y muy responsable. Todos la conocían como Doña María.

Como nietas de la directora se podría pensar que disfrutábamos de ciertos privilegios, pero eso queda lejos de la realidad, e incluso a veces ocurría todo lo contrario. (Aunque bien es verdad que a mi me dejaban regar las aspidistras del balcón y a otras niñas no.) Ella era muy disciplinada y quería que nuestro comportamiento fuese lo más correcto posible. Teníamos que dar ejemplo.

A la hora del recreo y, en un patio que recuerdo bastante oscuro, repartían leche que las niñas tomaban como desayuno de media mañana. Era leche en polvo y a nosotras (mi hermana y yo) no nos dejaban tomarla. ¡Que alegría cuando llegó la leche pasteurizada Colema! Eran botellines redonditos de cristal con leche de diferentes sabores. Esos si nos dejaron beberlos y, aunque a mí nunca me gustó la leche, disfruté aquellos recreos en los que hacía lo mismo que las demás niñas.

Por Navidad, en el colegio rifaban un lote de juguetes entre las niñas. A cada niña nos daban un numerito, hacían una rifa y a la que le tocaba su boleto se llevaba los regalos. No se puede decir que mis hermanos y yo disfrutáramos de grandes regalos de Reyes y por eso me hizo especial ilusión que la rifa me tocara a mí. Yo tenía cinco o seis años. ¡Que inmensa alegría sentí!. Pero como se suele decir la felicidad dura poco y ese momento feliz duró justo hasta que la directora del colegio (Doña María, mi abuela) se enteró. No podía consentir que su nieta se llevara los regalos porque los demás podían pensar que había recibido un trato de favor. Me quitaron los regalos y se los dieron a otra niña (de la que aún recuerdo el apellido).

Nunca comprendí ese episodio y nunca perdoné a mi abuela por ello.

La Muñeca y Juanito

Escrito el 2 de abril de 2017.

September 2, 2017

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